
Creo que estamos equivocados, empezando por mi persona, sentada en este lindo cuarto escribiendo esta pequeña nota frente a una pantalla plana LG veinte pulgadas. Sin embargo no considero que el error sea producto de la contradicción que plantea mi odio desmedido hacia la tecnología del hogar y el medio por el cual a ustedes me dirijo, sino la aceptación de esta tecnología como parte de la evolución natural de la humanidad.
¿Cuando decidimos que impongan necesidades tan estúpidas en nuestro consumismo diario?
Esta aceptación irracional a sido uno de los mayores triunfos del capitalismo moderno que logró de esta forma tener una constante renovación de productos en las vitrinas de los comercios que, estimulados por el arte de la publicidad, se vuelven indispensables para el confort del nuevo hombre.
Siete mega pixels, ocho mega pixels, nueve mega pixels, que filma, que te rasca. Trecientos sesenta GIGAS que te hace reír y llorar, y cuando no lo ves baila como Michael Jackson.
Lo curioso es que esta aceptación no se limita a las nuevas tecnologías, es ejemplo la indiferencia del hombre ante la formación de las grandes urbes y la falta de planificación con la que estas se expanden. O que hoy por hoy no tengamos la opción de comprar vegetales no trangénicos en el supermercado.
Entiendo que la curiosidad juegue un papel importante en este siglo de cambios diarios, incluso la practicidad de no hacer nada, pero a veces el camino más fácil es tan solo el más fácil. Hablo de calidad de vida, de respetar tiempos, de recordar quienes somos.
Con esto no quiero decir que prefiero el cassette antes que el CD, aunque el vinilo no estaba mal... mejor por ejemplo que no admire la increíble fuente de información en la que se a vuelto la internet. Pero los autos de los ochenta se comen a los modernos. Y te juro que no entiendo la diferencia que tiene el viejo televisor con los nuevos televisores flat.
El punto es que los tiempos cambian, lo sé, me lo dice el espejo cuando voy a cepillarme los dientes, solo creo que no está demás juntarse, compartir un vino y decidir hacia donde evolucionamos.
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