19 de junio de 2010

Tafí del Valle


Hervía las humitas mientras ella se daba una ducha. O era al revés. Son esas pequeñas confusiones que se originan en la convivencia, que cuando no produce rencores, es como una pequeña borrachera, un momento en que los dos fueron el otro, consecuencia del amor que se genera cuando dos personas se tropiezan diariamente en la misma casa.
A esa altura éramos un matrimonio perfecto. Hacíamos todo junto, sin conflictos. Y a la hora de descansar, llegabamos tan extenuados que no teníamos humor ni para el sexo. Aunque ella calentaba sus pies en los míos. Y mis manos descansaban en su entrepierna.
Habíamos alquilado una casita blanca. Teníamos todo lo necesario, una hornalla, una mesa, dos sillas y un florero. La cama estaba atravesando una cortina de caña. Las noches eran frías en Tafí del Valle.