24 de abril de 2011

Fertilidad

Cuando hace cinco años mi abuelo me informó que etimológicamente la palabra felicidad proviene del latín felicitas, fertilidad, naturalmente no pude más que pensar que la felicidad está relacionada con ponerla,
una idea de lo más simpática por más que intente negar todo tipo de relación con esa persona que era yo a los dieciseis años.
Pero volvamos a la primisa: la felicidad relacionada con la fertilidad. Incluso encontraremos un caso más ejemplificador en el origen de la palabra felix, felíz, cual deriva del verbo felare, chupar, mamar. Si se toma en consideración la desinencia femenina -ix de felix sería bastante razonable inferir que denominaba a la mujer en una actividad exclusivamente femenina: amamantar.
Si fuéremos capaces de dar unos cuantos pasos hacia atrás y ver a la humanidad en su conjunto, descubriríamos que la especie, como cualquier otra especie en el mundo, tiene dos premisas básicas: sobrevivir(1) y perpetuarse(2).
Claro que hoy en día la idea de perpetuarse no puede desligararse al ambientalismo, la medicina, la paz, el desarme nuclear y el control de natalidad (irónicamente), pero encontraremos que todo esto es innecesario, de hecho ridículo, si el ser humano no cumple su única misión preestablecida, alejada de toda construcción cultural (ficticia); reproducirse, o como se diría en latín, ser felíz.
Entonces quizás esa sea la felicidad, cada triunfo de la vida sobre la muerte. Pero no, ya estamos hilando a la bartola y yo no se coser muy bien. Quizás cuando se habla de felicidad y fertilidad, se piensa en la familia, o incluso en el embarazo, el nacimiento o simplemente tener un niño y alimentarlo de tus pechos.
Pero eso sí, que sea varón.

18 de abril de 2011

Frodo Nuevededos

Uno nunca cree que el pan cederá ante la primera insinuación del cuchillo, y sin embargo te agarra distraído, mirando alguna chica pasar y con la mano debajo de la sierra. No hay dolores tan odiosos como el que produce cortarse un dedo. Agudo y preciso como un alfiler, a su vez coquetea con la humillación producto de la torpeza y le da una verdadera paliza al orgullo, porque si señores, las heridas de la cocina son de gilastrún. El día de ayer, por ejemplo, me quemé hasta la médula mientras hacía café. Vertía agua hirviendo en mi nueva cafetera, como cual entiende del asundo (a quién vamos a engañar es solo hechar agua caliente) cuando la tapa de la caldera se calló llenando mi mano de vapores que, según parece, no me transfirieron ningún tipo de poder más que tener una mano hinchada y deforme. Lo importante es que estamos todos a salvo, al menos hasta que comience con las prácticas de química. Pero me dejo de chacharas que hartos estarán de cachilas. [...] Y allá lejos, mientras Frodo se ponía el Anillo y lo reclamaba para él, hasta en los Sammath Naur, el corazón mismo del reino de Sauron, el Poder de Baraddür se estremecía, y la Torre temblaba desde los cimientos hasta la cresta fiera y orgullosa. El Señor Oscuro comprendió de pronto que Frodo estaba allí, y el Ojo, capaz de penetrar en todas las sombras, escrutó a través de la llanura hasta la puerta que él había construido; y la magnitud de su propia locura le fue revelada en un relámpago enceguecedor, y todos los ardides del enemigo quedaron por fin al desnudo. Y la ira ardió en él con una llama devoradora, y el miedo creció como un inmenso humo negro, sofocándolo. Pues conocía ahora qué peligro mortal lo amenazaba, y el hilo del que pendía su destino. Y al abandonar de pronto todos los planes y designios, las redes de miedo y perfidia, las estratagemas y las guerras, un estremecimiento sacudió al reino entero, de uno a otro confín; y los esclavos se encogieron, y los ejércitos suspendieron la lucha, y los capitanes, de pronto sin guía, privados de voluntad, temblaron y desesperaron. Porque habían sido olvidados. La mente y los afanes del poder que los conducía se concentraban ahora con una fuerza irresistible en la montaña. Convocados por él, remontándose con un grito horripilante, en una última carrera desesperada, más raudos que los vientos volaron los Nazgül, los Espectros del Anillo, y en medio de una tempestad de alas se precipitaron al sur, hacia el Monte del Destino. Sam se levantó. Se sentía aturdido, y la sangre que le manaba de la cabeza le oscurecía la vista. Avanzó a tientas, y de pronto se encontró con una escena terrible y extraña. Gollum en el borde delabismo luchaba frenéticamente con un adversario invisible. Se balanceaba de un lado a otro, tan cerca del borde que por momentos parecía que iba a despeñarse; retrocedía, se caía, se levantaba y volvía a caer. Y siseaba sin cesar, pero no decía nada. Los fuegos del abismo despertaron iracundos, la luz roja se encendió en grandes llamaradas, y un resplandor incandescente llenó la caverna. Y de pronto Sam vio que las largas manos de Gollum subían hasta la boca; los blancos colmillos relucieron y se cerraron con un golpe seco al morder. Frodo lanzó un grito, y apareció, de rodillas en el borde del abismo. Pero Gollum bailaba desenfrenado, y levantaba en alto el Anillo, con un dedo todavía ensartado en el aro. Y ahora brillaba como si en verdad lo hubiesen forjado en fuego vivo. —¡Tesssoro, tesssoro, tesssoro! —gritaba Gollum—. ¡Mi tesssoro! ¡Oh mi Tesssoro! —Y entonces, mientras alzaba los ojos para deleitarse en el botín, dio un paso de más, se tambaleó un instante en el borde, y luego, con un alarido, se precipitó en el vacío. Desde los abismos llegó su último lamento ¡Tesssoro! y desapareció para siempre.

4 de abril de 2011

La gente bien


"Pienso escribir un artículo celebrando a la gente bien. Pero el lector puede desear saber primero quién es la gente que considero bien. Llegar a la cualidad esencial puede ser quizás un poco difícil, por lo cual comienzo enumerando ciertos tipos comprendidos en la denominación. Las tías solteras son invariablemente bien, en especial si son ricas; los sacerdotes son bien, excepto en los raros casos que se escapan a Sudáfrica con un miembro del coro después de simular un suicidio. Las muchachas, siento decirlo, son raramente bien actualmente. Cuando yo era joven, la mayoría de ellas lo eran; es decir, compartían las opiniones de sus madres, no sólo acerca de los asuntos sino, lo que es más notable, acerca de los individuos, incluso de los muchachos. Decían «Sí, mamá», «No, mamá», en los momentos apropiados; amaban a sus padres porque éste era su deber, y a sus madres porque evitaban que se desviasen lo más mínimo. Cuando se comprometían para casarse, se enamoraban con decorosa moderación; una vez casadas, reconocían como un deber el amar a sus esposos, pero daban a entender a las otras mujeres que aquél era un deber que realizaban con gran dificultad. Se portaban bien con sus padres políticos, aunque ponían en claro que otra persona menos amante del deber no lo habría hecho; no hablaban mal de las otras mujeres, pero apretaban los labios de una forma que indicaba que lo habrían hecho a no ser por su caridad angelical. Este tipo es el que se llama una mujer pura y noble. El tipo, ay, ahora existe apenas excepto entre las ancianas.
Afortunadamente, los sobrevivientes tienen aún gran poder: presiden la educación, donde luchan, con bastante éxito, para mantener una hipocresía victoriana; presiden la legislación en lo relativo a los «problemas morales» y con ello han creado y fomentado la gran profesión del contrabando de alcoholes; aseguran que los jóvenes periodistas expresen las opiniones de las dignas ancianas en lugar de expresar las suyas, con lo que aumenta el alcance del estilo de tales jóvenes y la variedad de su imaginación psicológica. Mantienen vivos innumerables placeres que de otro modo habrían terminado en el hastío: por ejemplo, el placer de oír malas palabras en el escenario y de ver en él una mayor cantidad de piel desnuda de lo que se acostumbra. Especialmente, mantienen vivos los placeres de la caza. En una población rural homogénea, como la de un condado inglés, la gente está condenada a cazar zorros; esto es caro y a veces, peligroso. Además el zorro no puede explicar clara- mente cuánto le disgusta que le cacen. En todos estos respectos, la caza de seres humanos es un deporte mucho mejor, pero si no fuera por la gente bien, sería difícil cazar seres humanos con la conciencia tranquila. Los condenados por la gente bien son caza permitida; ante el grito del cazador, los cazadores se reúnen y la victima es perseguida hasta la cárcel o la muerte. Especialmente bueno es el deporte cuando la víctima es una mujer, ya que se satisface la envidia de las otras mujeres y el sadismo de los hombres.
[Ver continuación]


Why I Am Not a Christian, Capítulo IX,
Bertrand Russell

3 de abril de 2011

Sex

YOU KNOW THE DAY DESTROYS THE NIGHT NIGHT DIVIDES THE DAY TRIED TO RUN TRIED TO HIDE BREAK ON THROUGH TO THE OTHER SIDE YEAH WE CHASED OUR PLEASURES HERE DUG OUR TREASURES THERE BUT CAN YOU STILL RECALL THE TIME WE CRIED? BREAK ON THROUGH TO THE OTHER SIDE EVERYBODY LOVES MY BABY SHE GET SHE GET SHE GET HIGH I FOUND AN ISLAND IN YOUR ARMS COUNTRY IN YOUR EYES ARMS THAT CHAIN US EYES THAT LIE BREAK ON THROUGH TO THE OTHER SIDE MADE THE SCENE WEEK TO WEEK DAY TO DAY HOUR TO HOUR THE GATE IS STRAIGHT DEEP AND WIDE BREAK ON THROUGH TO THE OTHER SIDE BREAK ON THROUGH BREAK ON THROUGH YEAH YEAH YEAH YEAH YEAH