18 de febrero de 2011

Dos kilos de uva


Pero cuando ya está todo cocinado y se dispone a escribir, descubre que sus manos están ocupadas en otra tarea: Alternándose una tras la otra, escogen, arrancan y transportan uvas hasta un escritor desconocido por si mismo que devora sin vacilaciones los frutos que llegan a su boca. Engulle la comida y se siente fuerte, viril, como Atila luego de saquear una ciudad y prenderlo todo fuego. Toma la última uva, pequeña y chamuscada, la come con orgullo. Grita tres veces su nombre golpeando su pecho.
Mira nuevamente la hoja en blanco y dice: mah que mierda. Va hasta la heladera, toma otro racimo y se pone a ver Olimpo, Arsenal. Dos kilos de uva ocho pesos.

Basado en hechos reales.

14 de febrero de 2011

Shahriar

En su sillón verde musgo Winston leía las mil y una noches. Hojeaba dos o tres cuentos antes de acostarse, si es que podía evitar continuar con la lectura, preso de los encantos de Sherezade.
Sin embargo, esa noche sus ojos se encontraban particularmente cansados. Luego de leer el primer cuento, dejó entre las hojas una servilleta del London Café y apoyó el libro sobre la mesa escritorio.
Su mente se perdió algunos segundos en medio oriente, entre palacios, mercados y mujeres sensuales. Cuando llegaba a este punto siempre recordaba la fotografía de una musulmana que había visto en Palais de Glace, cubierta de pies a cabeza por el velo y con sus ojos como única humanidad al descubierto. La imagen lo dejaba helado. La mujer persa debe haber adquirido una fantástica habilidad para expresarse por medio de sus ojos. De seguro con una sola mirada puede decirte cuantas cucharadas de azucar quieren en su café. O también por ejemplo: "este concierto de jazz es un embole, vayamos a casa que muero por estar desnudos en nuestro dormitorio".
Winston se regocijó en sus pensamientos y el sillón le respondió con un ruido desagradable. Chasqueó la lengua con enfado. Lo había retapizado hace apenas seis meses (en el mes de julio antes del cumpleaños de su hija) y el sillón había perdido la forma que tanto tiempo le había costado moldear, y lo que era peor, ahora le resultaba incómodo. De seguro el tapicero jamás se enteraría de haber cometido semejante aberración.
Winston se paró y fue hasta el baño pensando en que habría que cortarle la mano.
Primero, antes de olvidarse, orinó (no hay forma de que un meo intrascendental quede esteticamente correcto en un relato), se cepilló los dientes con movimientos bruscos como era su costumbre, tomó agua y la escupió tres cuatro veces. Caminó rápido hasta el dormitorio para ganar minutos al sueño (mañana tendría cita con el darmatólogo a la mañana), se arropó apropiadamente y se hundió entre sábanas limpias y una cantidad exagerada de abrigo. Apagó la luz.
Con los ojos cerrados, en el último atisbo de conciecia, pensó: al leer tan solo un cuento, he sido el rey Shahriar. Sherezade ha interrumpido su relato antes del alba y le perdonaré la vida para que lo finalice la noche siguiente.
A los pocos minutos el agua hirvió, Winston llenó con cuidado la bosla de agua caliente y se fue hasta el sillón verde musgo a continuar la lectura.

10 de febrero de 2011

Bidet

¿Dónde comienza una historia? El sombrerero loco diría que comienza por el comienzo (y cuando termines de hablar... te callas), pero yo ya no estoy seguro de poder distinguir un comienzo de un estornudo, todo se tritura y mezcla como en una multiprocesadora, seh, tan dañinamente como suena.
Pero a veces está bueno tener pronta en la heladera una ensalada de zanahoria, remolacha y huevo.
Todo es parte de un todo, un proceso de reformulación, formulación y reformulación, en donde el presente está vacío si no se toma en cuanto a la evolución del ser, la verdadera escencia de si mismo. Mi relato se transforma entonces en la cara visible de un intervalo de tiempo, que determino en cuanto comienzo y dejo de teclear.
El autor se desvincula de su obra en el momento que esta finaliza, y cada espectador CREA (y es un proceso de creación tan válido como el del autor) bajo la forma de su interpretación, una (nueva) obra distinta.
De este concepto hablamos en el living de paullier con mi hermana Vera, para pelearnos un poco con la importancia que se le da a la autoría, y las circunstancias en el que este parió su creación, o elección (de palabras, movimientos o sonidos), porque la palabra creación (está demostrado científicamente) vuelve estúpidas a las personas.
Hace un momento me di un baño de inmerción con agua fría (quizás este sea un comienzo), el calefón no marcha. Me puse a resolver un sodoku, en calsonsillos, sumergido en el agua. Dejé la revista de juegos sobre el bidet y sumergí la cabeza.