
Pero cuando ya está todo cocinado y se dispone a escribir, descubre que sus manos están ocupadas en otra tarea: Alternándose una tras la otra, escogen, arrancan y transportan uvas hasta un escritor desconocido por si mismo que devora sin vacilaciones los frutos que llegan a su boca. Engulle la comida y se siente fuerte, viril, como Atila luego de saquear una ciudad y prenderlo todo fuego. Toma la última uva, pequeña y chamuscada, la come con orgullo. Grita tres veces su nombre golpeando su pecho.
Mira nuevamente la hoja en blanco y dice: mah que mierda. Va hasta la heladera, toma otro racimo y se pone a ver Olimpo, Arsenal. Dos kilos de uva ocho pesos.
Basado en hechos reales.
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