Entre tanto café y noticias pasajeras se te hace la hora de salir. Te tomás la línea B en hora pico y antes de llegar a la estación Carlos Gardel ya duplicaste tus canas. Apuras el paso (el trabajo te persigue) maldiciendo a la madre del puto marzo por tener 31 días.
Con un último aliento sacás las llaves y te arrastrás por el pasillo, justo a tiempo para encontrarte con Beatriz en el ascensor. Le das un beso (no te preocupes Augusto, fue en el cachete). Menos mal.
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