
TRES
-Y no me dijo nada.
-¿En serio?
-En serio.
-¡Qué suerte! Madre no me deja salir desde que llenamos de barro los frascos de la cocina.
-Si ayer jugamos en la plaza.
-Pero madre se olvida que estoy castigada.
-¿Qué somos hoy? ¿Piratas?
-Aviadores.
-Ta, pero yo puedo volar sin avión.
-Entonces mi avión dispara misiles…
Martina vivía a dos casas de lo de Iván. Su patio era un paraíso de irrealidad, lleno de fantasía y mil aventuras. El patio de Martina los volvía invencibles.
-Te derribé con mis misiles.
-No, no, porque yo me hice chiquito.
-Iván, vení, mirá lo que encontré.
-¿Qué?
-Mirá.
La hilera de hormigas se extendía desde lo alto del palo borracho atravesaba todo el patio sin importar hojas, raíces, pozos o montañas, hasta llegar a un agujero en una de las paredes, alejándose así, de nuestro mundo conocido.
-Mirá, esta lleva una hoja enorme.
-Le debe pesar muchísimo.
Fue entonces, cuando Iván se disponía a señalarle una hormiga que había perdido el equilibro por el peso de una hoja gigante, que Martina le dio un beso en la mejilla, entonces no dijo nada y se quedaron un rato así, mirando.
Nunca supe cuantas patas tiene una hormiga, las antenas confunden.